lunes, 12 de octubre de 2009

Pecado Musical (I)

Crecí calificando a Gustavo Cerati como el desaparecido vocalista de Soda Stereo. La noticia de que había muerto la escuché alguna vez o talvez sólo la soñé cuando niño. No había Internet en esos años y la duda era tan nula que preguntarlo sería vergonzoso en mi infantil imaginario. Era una certeza que incluso pretendía conquistar las causas y se sometía a la tristeza al momento de ver algún vídeo de la banda en la televisión.

Con el peinado ochentero y esa pinta de Robert Smith que tenían los Sodas en esos años no era difícil imaginarlo. Los conciertos antiguos y videos “lavados” de “La ciudad de la furia” o “Cuando pase el temblor” que pasaban en el 33 UHF (el cable tampoco estaba presente en esos días) y otras pocas veces en “Viva el Sábado” no me alejaban de mi equivocada creencia.

Inicio de los noventa y en esos años (no tan lejanos) mi información musical era recogida únicamente de la televisión, de la radio o de alguna revista de espectáculos (¿Se acuerdan de Teleguía?). Es que tener diez años y ser un incipiente melómano no es tarea fácil. No tenía dinero propio para comprar vinilos o cassettes. Hurgaba en las colecciones de mis tíos o de mi madre y encontraba material valioso (que hasta ahora conservo). Lo demás lo sacaba de la radio y lo pasaba a cassettes.

¿Ya había leído a Macchiavello?

Si tengo que confesar un pecado musical es haber “chancado” cientos de cintas originales por regrabar música de Metallica o Nirvana. Era la única forma que tenía, en ese entonces, de materializar la emoción que invadía mis oídos. La música entraba por radio y se iba, el soporte físico era necesario. Recuerden que aún no se podían bajar las canciones de Internet. En fin, creo que los cassettes en blanco no fueron hechos para mí. Años después los descubrí para la tranquilidad de las colecciones familiares, aunque ya la piratería empezaba a desplazar esas horas de grabación.

En la televisión no había mucho. Y las cintas de Betamax si llegaban a mis manos en blanco. También borré películas, lo admito, pero creo que “Ben Hur” o “Jason Voorhees” me perdonarían hoy si entendieran las desesperación que sentía cuando pasaban algo que me gustaría ver más de una vez. Emoción que se somatizó con la llegada del cable cuando me convertí en un “desquiciado chibolo” que grababa (ya en VHS) más de 6 horas de vídeos diariamente (SLP). MTV en los 90s era un vicio para mí. Lo tuve que dejar cuando mi hermano malogró el segundo VHS de la casa por tener los mismos hábitos que yo.

Material escrito, muy poco. Sobre todo las letras y alguna que otra noticia. Hasta pretendí alguna vez aprender alemán para leer las revistas Bravo que ya llegaban desde tierras germanas y de las que recordaré únicamente las fotos. Cancioneros si. Pero también tenía los que hacía a mano.

El cable y luego Internet hicieron que la pasión disminuyera y se convirtiera ya en un proceso de recolección. De Intenet la información especializada y la música online (aún sin descarga) hicieron que mis dudas se despejaran poco a poco. Al cable le agradezco todo lo demás. Incluyendo, claro está, el descubrir que Cerati nunca había muerto.

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