domingo, 14 de noviembre de 2010

Destino Beatle (Por Giancarlo Aljovín)


"Pampabila" me acompañó toda mi vida. Fue, es y será mi himno. "Pampabila" era mi forma de cantar con tan sólo dos años “Can’t Buy me Love”. Me cuentan que me emocionaba cada vez que la canción sonaba en la televisión o en la radio del escarabajo de mi papá, que se convirtió en mi cajita musical, porque en cada salida o viaje, me ponían el cassette de los Beatles. Despues ya no sólo era Pampabila, era Help, If I Fell, Day Tripper, A hard’s day night, Hey Jude, y tantas canciones más. Los años pasaron, también el Volkswagen, el cassette, y llegaron el Nissan, el CD, pero se mantuvo el mismo fondo musical.

Yo crecí con los Beatles, una de sus canciones –a mi manera- se convirtió en una de las primeras palabras que pronuncié. Ellos fueron los Fab Four y el cuatro es el número que marca mi vida (mi padre es el cuarto de sus hermanos, al igual que mi madre y yo nací un cuatro). Con el paso de los años, aprendí de su historia, de sus vidas, de lo que fueron capaces de ocasionar y de lo que significaron para su generación, pero también para las siguientes, como la mía, porque siempre habrá un antes y un después de Los Beatles.

En mi adolescencia, anhelaba ver a Paul, Ringo y George, pero el nuevo milenio se llevó al perfil bajo, a aquel que escribió la segunda canción -después de Yesterday- que tiene más interpretaciones. Los años transcurrían y las ilusiones de ver a uno de ellos parecía que también.

Hasta que el destino –ese que ha marcado mi vida con el número cuatro, que me empujó a viajar a Buenos Aires cuando tenía miedo de afrontar una nueva experiencia- me hizo el favor. Hizo que cambiara mi semana de vacaciones para apoyar a un amigo, me sumergió al mundo de una red social a la que nunca imaginé entrar y que fue la que me dio el anuncio del concierto de Paul McCartney en Buenos Aires para los días en que había variado mis vacaciones. Me puso a mi prima fanática como yo, para que ingresara sin pensarlo a la web de Paul justo el día que se ponían a la venta las entradas sólo por internet. Logró que mi madre y sus dos hermanos decidieran viajar por primera vez en sus vidas juntos. Me permitió cruzarme como pocas veces con mi amigo Omar y anunciarle la venta de las entradas. A los pocos minutos, él también la tenía. Todo eso hizo el destino por mí. Hizo que el 10 de noviembre cumpla mi más grande sueño: Ver a uno de mis ídolos, a uno de los Beatles en la ciudad que considero como mi segundo hogar.

Ese día lo tengo grabado, cada canción, cada grito, cada sonrisa, cada lágrima, cada emoción. Todo está en mi mente y mi corazón, porque un concierto de Sir Paul no se cuenta, se vive. Lo que viví fue demasiado para dos horas y 45 minutos. Me siento parte de una historia que comenzó en la década del sesenta y que parece nunca tendrá fin. No siento que ya puedo morir en paz tras verlo, siento que quiero volver a verlo.

Le agradezco al destino, porque me puso todas las piezas para hacer realidad mi sueño. Me demostró que en la vida te llegan las personas, las cosas y los lugares por alguna determinada razón y eso pasó conmigo. Pero este testimonio, debe terminar con un gracias a los Beatles en la imagen de Sir Paul. Gracias por marcar mi vida con su música, con letras que enseñan y que te demuestran que en las cosas pequeñas está lo más grandioso de esta vida. Tan simple como "Pampabila", una palabra de un niño de dos años, que ahora con 31, consiguió que esa palabrita sea un verbo gracias a un hombre, a un Fab Four.

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